Con la Vida en Dos Maletas

Comienzo este relato desde mi cama, un primero de enero cerca del quinto aniversario de mi llegada a otro país. Mientras las palmeras danzan detrás de la ventana, recorro la historia que me trajo aquí, recuerdo mi casa y la vista del valle al abrir los ojos. ¡Qué vista!, lo último que veía antes de dormir y lo primero que buscaba al despertar. Una voz me susurró que atesore esa visión, por si la fuera a perder en alguna curva del futuro. Aprieto los ojos con ansiedad y la encuentro. Recuerdo también los lugares donde bailé, las esquinas en las que lloré, la angustia por perder el control en mi camino trazado de tener, pertenecer, representar. Puedo repetir la historia desde mi cabeza y describir lo que pasó. O puedo contarla desde mi bitácora de viaje y sentir que esta historia es aquello que siempre deseé.

En el verano de 2010, empezamos a usar el término “Diosidencia”, como una manera de explicar eventos y circunstancias que son comúnmente llamadas “Coincidencias”. Según La Academia, la coincidencia es la “Acción y efecto de (en el caso de dos o más cosas) ocurrir a un mismo tiempo, convenir en el modo, ocasión u otras circunstancias.” Una “Diosidencia” es una Coincidencia, es lo mismo. La diferencia no está en las letras sino en la interpretación.

Aunque siempre están presentes, las diosidencias no se dejan ver con una mente cerrada. Me he propuesto mirar la situación como espectador de una película y no sentenciar anticipadamente un hecho como malo o bueno. Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe? Así, pasamos de relaciones profesionales a noviazgo y matrimonio; de carrera bancaria a emprendimiento con salto al vacío; de individualismo a compartir la cama con tres niñas, de escalamiento social a decidir abandonar el país, a aterrizajes de emergencia, a lo desconocido, a empezar de cero, a encontrar más preguntas que respuestas, pero en todas ellas a descifrar de a poco la dicotomía de vivir o estar vivo.

A mayor atención, nos dimos cuenta que las situaciones no nos involucraban únicamente a nosotros sino que cambiaban las de las personas a nuestro alrededor, que de alguna u otra manera fueron tocados por la “coincidencia”. Creo que la diferencia entre estas dos es una palabra cortísima de dos letras pero que puede ser la diferencia entre la sanidad y la locura: Fe. La confianza y certeza –por lo menos en nuestra reacción- de que cada suceso es parte de un camino que no alcanzamos a ver sino pocos pasos frente a nosotros, pero que están relacionados el propósito de nuestra vida y lo que queremos hacer de ella.

A quienes piensen que este libro tiene que ver con alguna religión y quieran buscar razones para pensar que su religión es mejor que otras, o que es el único camino, prefiero ahorrarles el mal viaje. Sí tiene que ver con el propósito personal y colectivo que estamos llamados a encontrar y en las decisiones y emociones que sin importar credo, nacionalidad, preferencia, color o filiación nos unen como parte de un solo planeta.

            No, tampoco es esta una historia que tiene un final feliz, sino muchos principios. Mi ruta se ha ido modificando y la diferencia entre lo que quise ser cuando niña (Gerente de Banco, Alcalde de Quito, Fotógrafa de National Geographic, Gimnasta Olímpica) y quien hoy busco ser, se ha vuelto inmensa. Sin embargo, miro el camino como si fuera parte de un relato casi de ficción -por lo menos la ficción debe tener sentido- en el que confío en que algún momento encontraré lo que aun no se que estoy buscando. Podría vivirla también con mucha angustia, re-sentimiento, malos recuerdos y temor a lo desconocido, pero ¿para qué quisiera alguien hacer eso?

Hace más de cinco años terminamos de construir la casa de nuestros sueños y en un fin de semana decidimos dejarla sin mirar atrás. Dejamos la empresa en la que se nos iba media vida, dejamos amigos, empleados, familia, estatus y aterrizamos en una nueva ciudad, volvimos a plantar nuestro hogar, encontramos nuevos vecinos, compañeros, parientes y nuevas maneras de interpretar el mundo. Si te darían dos horas para salir de tu casa, de tu ciudad y empacar la vida en dos maletas, ¿Qué es lo que te llevarías?


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