El Cuerpo

El cuerpo no es el objetivo, es el instrumento. Rasgos femeninos, rasgos masculinos, una eterna obsesión de compararse con un un ejército de personas con características relativas; relativas a lo que cada uno de nosotros consideramos como perfecto o al menos "mejor" que nosotros y que nos lleva a una insatisfacción perpetua, ya que siempre encontraremos la nariz que soñamos tener, un torso que acumula grasa en mejores lugares, el pelo "natural" que lucen las estrellas de cine, e invariablemente, por cada minuto que pasa, cuerpos más jóvenes que el nuestro.

Uno de los pensamientos recurrentes es el "otro". ¿Cómo los otros ven mi cuerpo y que opinan de él? La respuesta a esta pregunta es y será imposible de saber, pero sabemos de memoria como creemos que nos ven. No me pongo un bikini porque estoy segura que los otros verán este pliegue, esta estría que insiste en salirse de la tela, el supuesto defecto del que "todos" se burlan y comentan a nuestras espaldas. Este tema es altamente sensible y es uno de los favoritos como causa de lesiones en nuestra psique desde que reconocemos la imagen en el espejo como la nuestra. Nos ocasionamos traumas permanentes sin analizar que el "otro" no es nadie más que nuestra propia vocecilla interior y que en realidad todos los bañistas de South Beach tienen las mismas conversaciones mentales, auque hayan ganado un concurso en el verano.

El cuerpo es el instrumento, el cello, el violín, la batería de la música que suena en nuestra mente. Hay instrumentos más pequeños, más largos, más anchos, pero todos ellos con la capacidad de tocar en una tonalidad única. Una flauta hará todo su esfuerzo para sonar como un piano, pero fracasará en interpretar el Claro de Luna como Beethoven lo imaginó, mientras que su propia melodía permanece sin ser escuchada. Aceptar el cuerpo como el medio para producir fortaleza y satisfacción física, espiritual, emocional, social es la música más placentera que mi cuerpo me ha brindado, mientras que cuando he comparado mi cuerpo a las portadas de revista, me he sentido ridícula e inutilmente inadecuada.  

Que el cuerpo sea fuente de fortaleza física, pero también de alegría, de placer, de gratitud, de solidaridad. Que nuestras emociones sean de agradecimiento frente al cuerpo, a la cara, a las arrugas, a las estrías y a los excesos de vida que dejaron sus huellas. Las sustancias que el cerebro secreta se encargarán de contribuir con esa imagen que se aparece en nuestro espejo y nos devolverá una sonrisa con arrugas o una mueca... con arrugas. Las arrugas e imperfecciones son inevitables, pero lo que podemos evitar son excesos de bilis y cortisol producidos por el mismo cuerpo que en su lugar puede producir endorfina, dopamina, y serotonina.

Aceptar el cuerpo no quiere decir aceptar la obesidad como una consecuencia de la edad o nuevo cánon de belleza, tal como la anorexia no lo es, o permitir que nuestro cuerpo se llene de dolores "porque ya somos viejos", debido más a una vida sedentaria y malos hábitos alimenticios que a los años que nos adornan. Un cuerpo en forma a cualquier edad, es un reflejo de constancia, autocontrol, metas y determinacion; la consecuencia de un trabajo mental y emocional arduo que es más satisfactorio y atractivo que los músculos en sí. A pesar de que siento satisfación en el esfuerzo diario por conservar la salud y la belleza, no hay beneficio alguno en ser duro con el cuerpo, con la cara, con las manchas, con las formas y los tamaños o con la falta de ellos, no hay beneficio en usarlos como medida para sentirse mejor o peor. Ser duro con  nosotros mismos es la antesala de nuestra dureza con los otros, los otros con nosotros y terminar en la odiosa posición de convertirnos en nuestra propia víctima.

Cómo llegar a este estado capaz de producir fortaleza, resiliencia, influencia sobre nuestros impulsos  es el verdadero reto. Nada que se manifieste en el cuerpo es ajeno a nuestras experiencias y a nuestra manera de interpretarlas. Talvez está en un pequeño pensamiento repetitivo que no sabemos de donde salió. O talvez sí lo sabemos, ese momento en el que otro niñato inseguro te dijo "fea"(hace más de 30 años, en en una playa de Esmeraldas, cerca de las 11 de la noche, vestido con camiseta celeste y pantaloneta gris, pero quién se acuerda de esas cosas?), "enana", cuando tu papá te protegió porque pensó que otros niños son una amenaza, "débil", o cuando te comparaste con tu propia imagen filtrada por el Photoshop. Busca ese momento y tómalo en la mano, míralo por debajo, descóselo, huélelo, y evalua si ese pensamiento sigue siendo valido hoy. Tráelo a valor presente, quizás ya ni siquiera esté en la misma moneda. 

Finalmente el cuerpo es el instrumento del amor, la fuente de todo lo que es verdadero y bello. Si el cuerpo pudiera tener un objetivo tan solo, que sea el sentir amor,  que en resumen da sentido a la vida.



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